Así pues, la nueva Estación de Autobuses de Baeza se conforma como una gran marquesina que se pliega y que acoge a los viajeros en su interior. Se proyectan espacios acotados, pero visualmente abiertos que dotan de un carácter urbano a la intervención. Estas transparencias diluyen el edificio en la trama urbana y consiguen hibridación entre el espacio público de la calle y el edificio.
La fachada norte se constituye como elemento más opaco y conformador de ciudad frente al alzado sur que recoge las circulaciones de los autobuses y se abre hacia el futuro espacio libre.
Bajo la gran marquesina se sitúan ocho dársenas para la llegada de autobuses y el espacio de espera cubierto, ésta se materializa mediante chapa metálica gris que se va diluyendo según la función que lleve a cabo. El edifico queda acotado por dos grandes pantallas de hormigón blanco que recortan la sección del mismo y dotan de singularidad a la intervención.
La zona acotada de acceso controlado se evidencia como una caja de vidrio que reúne los diferentes servicios de atención al viajero.